miércoles, 30 de octubre de 2013

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Escuchas un leve susurro que no entiendes pero el sonido te parece suave como un arrullo. Tus ojos siguen cerrados y en la oscuridad de tus párpados te imaginas siluetas danzando. El susurro ha subido el tono y crees entender una palabra. La palabra se repite, no solo en tu cabeza si no en el aire y baila con las sombras que se ocultan en la oscuridad. La voz se vuelve grave y escuchas la palabra claramente. Mueves los ojos con gran velocidad, pero tus párpados no responden y permanecen cerrados.
– ¡Despierta!- oyes gritar a la voz y abres los ojos con el corazón acelerado. Miras a todos lados en busca de la fuente sin encontrarla. -No ha podido ser un sueño-, piensas mientras tus ojos recorren el cuarto pues la voz era demasiado real y cercana. Y decides calmarte a pesar de la dificultad. Tu corazón comienza a pausarse poco a poco. En tu cabeza, ya no resuena aquel eco. Y el ambiente se calma. Recalcando el silencio. De la noche. Cierras los ojos, e intentas dormir. Todo se vuelve negro de nuevo. La tranquilidad es completa. Duermes.
Abres los ojos al notar el frío y las ves flotando. Una mujer de aspecto esquelético y espeluznante, vestida de blanco, que refulge en un tono azulado, te toca y se te eriza el vello. Su boca se acerca a la tuya, y empieza a respirar, el aire que exhalas, y quitarte, el que en vano intentas respirar. El cuerpo, comienza a enfriarse, y notas como la vida, sale de tu cuerpo, en forma de calor. Mientras tanto, ella sonríe.

David P.J. Martín

miércoles, 23 de octubre de 2013

Morir, nacer. Despertar.

   Mañana despertaré de nuevo, aunque nunca entendí el sentido de esto. Mueres durante unas horas y después renaces, no siempre descansado, porque nacer es muy duro, y a veces se llora. Cada día deberíamos celebrar nuestro cumpleaños. Desayunar una magdalena con una vela encendida encima, y regalarnos una sonrisa hasta que volvamos a morir para renacer de nuevo. Esa es nuestra resurrección. Jesucristo durmió esos días, que no os engañen.
   A mí me cansa nacer y me cuesta morir. Yo soy de los que mueren por el día y nacen de noche. Tengo lo que llaman la muerte cambiada. Es algo normal. Me dicen que debería morir antes para poder nacer más pronto, pero eso es algo que yo no controlo. Al fin y al cabo muero y vuelvo a nacer, que es lo que importa. No quiero molestar más, así que ya termino. La muerte me llama y allí voy a buscarla. Espero poder nacer de nuevo por la mañana. Desayunar una magdalena y soplar su vela. Regalarme una sonrisa frente al espejo y desearme un buen día y una buena muerte.
PeJota

   Cuando piensas es cuando te das cuenta de ello. Todas las noches morimos solos y renacemos solos. Por eso es bonito tener a alguien a nuestro lado, que muera con nosotros, y que nazca de nuevo junto nosotros. Desayunar esa magdalena, y compartirla. Y como regalo darle un beso, un abrazo y una sonrisa para desearle un buen día, y al caer la noche desearle una buena muerte.
   Es bonito poder contar con alguien que te ayude a nacer, que te diga: -¡Venga, ya es de día! ¿A qué esperas?- Es bonito que te diga: -¡Feliz cumpleaños!, he hecho esta magdalena para ti. Sopla la vela-. Es bonito que te regale cada mañana un beso y un abrazo y que te sonría para desearte buena suerte. Es bonito que al reencontrarse después de todo el día separados os volváis a regalar esa sonrisa, ese beso y ese abrazo, y os preguntéis que qué tal el día. Y riáis y lloréis, porque de eso trata la vida. Y luego decidáis morir juntos. Abrazados. Sin preocupaciones, solo vosotros, y daros ese último beso antes de morir. Pero no es el último, porque sabes que amanecerás por la mañana, en tu nuevo nacimiento, y volveréis a reencontraros, como todos los días. Y eso es lo más bonito. Que seguís ahí. Juntos. Y eso, ni la misma muerte puede cambiarlo.
PeJota